martes, 23 de agosto de 2011

Un republicano en Granada (II)

El pasado domingo subí al cementerio a buscar su tumba. Era necesario. Necesitaba presentar mis respetos al Catedrático republicano olvidado por todos. Una mera formalidad, pero necesaria para afrontar el reto, cada vez más atenazante de poner negro sobre blanco la vida del doctor Pareja.

Subí en domingo con escasas esperanzas de toparme con su última morada. Sólo contaba con una pista. Me la dió Enriqueta Barranco, a la que veré el próximo viernes, autora de la prolija biografía de Alejandro Otero, eminente obstetra, también catedrátido de la Universidad de Granada, y personalidad relevante dentro del socialismo granadino. Fue contemporáneo de Yévenes, también compañero y rival político.


Barranco me dijo que su tumba estaba "entrando a la izquierda, frente al panteón de los García-Duarte". Granada y sus apellidos compuestos. Asentí a las instrucciones telefónicas de Enriqueta sin ser capaz de reconocer que no tenía ni idea de lo que me hablaba. Mi manía de ser correcto en cualquier caso.

Llegué al camposanto pasadas las 16 horas. No había nadie alrededor. Comencé la búsqueda por ese patio que está "entrando a la izquierda". Pronto me di cuenta de que la búsqueda sería casi imposible. La sucesión de tumbas, nichos y panteones exigiría tener mucha paciencia o mucha suerte. Como de la primera ando corto, decidí confiar en la segunda, aunque no esperaba mucho de ella para ser francos.

Ese primer patio en el que se escondía la tumba de Pareja Yébenes, está dividido en cuadrantes o sectores. Pasé el primero de ellos entretenido en descubrir nombres, fechas, edades de cientos de personas a los que nadie recuerda ya, a los que nadie reza ni dejan flores. Muertos demasiado viejos, pues la vejez no respeta ni a los muertos, que envejecen arrinconados y escondidos cayendo en un anonimato mísero.

Paseba y paseaba; Leía y leía. Vi el panteón de los Rodríguez-Acosta, familia patricia de la aristocracia granadina, mitad banquera, mitad artista, todos ricos, exhibiendo una tumba que contrastaba con los pequeños columbarios de alrededor. Apenas quedaban unos metros para finalizar este primer patio y era consciente de que la suerte me sería esquiva.

A unos metros del lecho de los Acosta, un ramo de flores de tela blancas y moradas en el suelo llamó mi atención. Se habrían caído de cualquiera de las tumbas un día de viento. Las flores estaban en perpendicular a mí. Los falsos tallos indicaban el camino de salida. Las flores, en cambio apuntaban hacia un panteoón negro, brillante, a ras de suelo. Al leer su inscrpción pude ver la combinación de seis apellidos: López-Camacho, Pareja Yévenes, Baena Camacho. Allí estaba. Di con él. El olvido se ha cebado en este hombre. Ni siquiera su nombre aparece en la lápida que tapa el espacio en el que descansa desde 1.951. 
Lápida de la tumba en la que descansan los restos de Pareja Yévenes (Foto JJI)

Entre él y yo, al margen de las formalidades pertinentes, un compromiso: dejarle un ramo de flores con la tricolor que certifique que en aquel lugar, vacío de nombres, descansa el hombre que proclamó la II República en Granada.

Sigue la intrahistoria de lo que será esta historia pinchando aquí

2 comentarios:

  1. Muy bonito el post.
    Oye !!! que "los Acosta" en su principio eran cordeleros y despues cosarios...

    Arturo Lens

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  2. Arturo, qué alegría verte por aquí. Me alegro mucho de que te haya gustado el post. Desconocía ese pasado 'oscuro' de 'Los Acosta'.

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